jueves, 24 de enero de 2013

El árbol (II) Competición otoñal de los árboles. Poesia

Aquel curso de jardinería fué muy denso y una noche seguí con los escritos.....

El árbol (II) poesia.
 
Competición otoñal de los árboles.
 

Había una rivalidad para saber cuál era la última hoja en caer, este año rivalizaba la rama 37 con la 42, ya que eran las dos últimas en competición que todavía permanecían en el árbol.

Cada rama, se esforzaba más cada año en el concurso, siempre apoyando a su pecíolo favorito, gran parte de los nutrientes iba destinado a realizar una estructura estable, fuerte, libre de hongos y otras infecciones que pudieran desestabilizar el sistema de sujeción.

Pero por tarde que cayeran, siempre había dos ramas en la final (de caducifolias, se entiende). Eso si, cada año parecía que era más tarde, el frío llegaba más y más tarde, por eso del cambio climático, de lo que tanto se habla!.

Mi memoria no me permite recordar si algún año las 2 hojas fueron de la misma rama, pero eso se habría sabido, porque hubiera sido muy comentado por toda las sociedad, (la arbórea, claro, porque a los humanos nuestra competición no le importaba).

Ahora que me acuerdo, sí, una vez, en algún lugar pasó esto, pero se descalificó al árbol por estar al lado de un foco luminoso, y eso es hacer trampa, sólo vale con luz natural.

Por eso casi siempre se descalifica a los árboles viarios y sólo se permitía el concurso a los árboles de parques y jardines, e incluso en categorías de privados y públicos.

Sistemáticamente el jurado realizaba inspecciones por sorpresa, porque así no había fraudes; a algún árbol se le hacia un diagnóstico de evaluación de posibilidad de haberse inyectado alguna sustancia no autorizada, (muy habitual en el sector de los fitosanitarios), y más ahora que parecía indetectable por la utilización masiva de la endoterapia.

Pero el concurso seguía cada año, se publicaban los resultados por categorías provinciales y sobre cada una se clasificaba por ciudad, pero el record lo obtenía la que se clasificaba 2 ó 3 años seguidos y esta hoja, junto a toda su rama era indultada de la recogida anual y se la permitía descomponerse en el suelo.

A sus hermanas, las otras hojas le hubiera gustado descomponerse en el suelo, pero eso sólo pasaba a sus primas las de campo, las forestales.

Las hojas de ciudad tenían fecha de caducidad o llamada “de retirada” y posterior eliminación mediante la incineración u otros medios aún peores.

Venían unos señores, casi siempre vestidos de verde, soplando con un aparato y organizando una algarabía considerable, nos reunían en un sitio y luego nos metían en bolsas grandes de plástico, a la espera del transporte a nuestro destino final.

Que recuerdos aquellos, cuando nos recogían con unos rastrillos, y ….

¡Es que pasan los otoños para todos!
 
En las nuevas tendencias existía la recogida y almacenamiento para el compostaje, pero desgraciadamente no era en el mismo lugar de caída, y eso es por que a los humanos no les gustaba resbalarse con las hojas mojadas por la lluvia otoñal, que junto a las aceras y asfaltos y a la contaminación de los malditos coches, producía un barrillo resbaloso.

La categoría superior del concurso, era la del clima de montaña, en el piso bioclimático submontano, en valles del pirineo navarro, oscense, lleidetano y gironino, esta categoría ponía los pecíolos de punta, (por los disfraces de colores, pero este era otro concurso) e incluso los pedúnculos de las gimnospermas, ya que las angiospermas, normalmente no mantenían los frutos hasta tan largos periodos otoñales; alguna excepción si había, pero nunca llegaban a la final.

Cada uno, que ame a los árboles como pueda, pero yo recomiendo mirarlos, observarlos, abrazarlos e incluso escribir de ellos en revistas como esta, sea de una forma desenfadada, tipo relato o cuento e incluso artículo científico, pero lo importante es querer a los árboles.

Analizando y frivolizando con una corteza, un ritidoma, un chirpial, un pecíolo, un cladodio o un pedúnculo o con un concurso de la última hoja caída coloreada por la xantolina o por la giberelina o simplemente por el frío, cualquier parte es significativa para conocer a los árboles.

Y acaba como siempre.

¿Dónde está el espejo para enseñar lo que les falta a los humanos? Que miren uno de mis largos brazos reflejado en el espejo y empiecen a entender lo que deben.

Les falta mucho de eso, pero el acertijo se resuelve, mi brazo es una rama que al revés es AMAR, que es lo que le falta a los humanos para conmigo, el árbol.

Noviembre 2007
Firmado: Luis Núñez

Jardinero-Paisajista e Ingeniero cuidador de los árboles.

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