El árbol (II) poesia.
Competición
otoñal de los árboles.
Había
una rivalidad para saber cuál era la última hoja en caer, este año rivalizaba
la rama 37 con la 42, ya que eran las dos últimas en competición que todavía
permanecían en el árbol.
Cada
rama, se esforzaba más cada año en el concurso, siempre apoyando a su pecíolo favorito,
gran parte de los nutrientes iba destinado a realizar una estructura estable,
fuerte, libre de hongos y otras infecciones que pudieran desestabilizar el
sistema de sujeción.
Pero
por tarde que cayeran, siempre había dos ramas en la final (de caducifolias, se
entiende). Eso si, cada año parecía que era más tarde, el frío llegaba más y
más tarde, por eso del cambio climático, de lo que tanto se habla!.
Mi
memoria no me permite recordar si algún año las 2 hojas fueron de la misma
rama, pero eso se habría sabido, porque hubiera sido muy comentado por toda
las sociedad, (la arbórea, claro, porque a los humanos nuestra competición no
le importaba).
Ahora
que me acuerdo, sí, una vez, en algún lugar pasó esto, pero se descalificó al
árbol por estar al lado de un foco luminoso, y eso es hacer trampa, sólo vale
con luz natural.
Por
eso casi siempre se descalifica a los árboles viarios y sólo se permitía el
concurso a los árboles de parques y jardines, e incluso en categorías de
privados y públicos.
Sistemáticamente
el jurado realizaba inspecciones por sorpresa, porque así no había fraudes; a
algún árbol se le hacia un diagnóstico de evaluación de posibilidad de haberse
inyectado alguna sustancia no autorizada, (muy habitual en el sector de los
fitosanitarios), y más ahora que parecía indetectable por la utilización masiva
de la endoterapia.
Pero
el concurso seguía cada año, se publicaban los resultados por categorías
provinciales y sobre cada una se clasificaba por ciudad, pero el record lo
obtenía la que se clasificaba 2 ó 3 años seguidos y esta hoja, junto a toda su
rama era indultada de la recogida anual y se la permitía descomponerse en el
suelo.
A
sus hermanas, las otras hojas le hubiera gustado descomponerse en el suelo,
pero eso sólo pasaba a sus primas las de campo, las forestales.
Las
hojas de ciudad tenían fecha de caducidad o llamada “de retirada” y posterior
eliminación mediante la incineración u otros medios aún peores.
Venían
unos señores, casi siempre vestidos de verde, soplando con un aparato y
organizando una algarabía considerable, nos reunían en un sitio y luego nos
metían en bolsas grandes de plástico, a la espera del transporte a nuestro
destino final.
Que
recuerdos aquellos, cuando nos recogían con unos rastrillos, y ….
¡Es que pasan los
otoños para todos!
En
las nuevas tendencias existía la recogida y almacenamiento para el compostaje,
pero desgraciadamente no era en el mismo lugar de caída, y eso es por que a los
humanos no les gustaba resbalarse con las hojas mojadas por la lluvia otoñal,
que junto a las aceras y asfaltos y a la contaminación de los malditos coches,
producía un barrillo resbaloso.
La
categoría superior del concurso, era la del clima de montaña, en el piso
bioclimático submontano, en valles del pirineo navarro, oscense, lleidetano y
gironino, esta categoría ponía los pecíolos de punta, (por los disfraces de
colores, pero este era otro concurso) e incluso los pedúnculos de las
gimnospermas, ya que las angiospermas, normalmente no mantenían los frutos
hasta tan largos periodos otoñales; alguna excepción si había, pero nunca
llegaban a la final.
Cada
uno, que ame a los árboles como pueda, pero yo recomiendo mirarlos,
observarlos, abrazarlos e incluso escribir de ellos en revistas como esta, sea
de una forma desenfadada, tipo relato o cuento e incluso artículo científico,
pero lo importante es querer a los árboles.
Analizando
y frivolizando con una corteza, un ritidoma, un chirpial, un pecíolo, un cladodio
o un pedúnculo o con un concurso de la última hoja caída coloreada por la
xantolina o por la giberelina o simplemente por el frío, cualquier parte es
significativa para conocer a los árboles.
Y
acaba como siempre.
¿Dónde
está el espejo para enseñar lo que les falta a los humanos? Que miren uno de
mis largos brazos reflejado en el espejo y empiecen a entender lo que deben.
Les
falta mucho de eso, pero el acertijo se resuelve, mi brazo es una rama que al revés
es AMAR, que es lo que le falta a los humanos para conmigo, el árbol.
Noviembre
2007
Firmado:
Luis Núñez
Jardinero-Paisajista
e Ingeniero cuidador de los árboles.
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