martes, 22 de enero de 2013

El árbol urbano (I) Intento de escritor

He encontrado un escrito de 2007, cuando hacia un curso de jardineria y escribí unas líneas en un momento "lúcido". (Fueron 3 escritos). Todos relacionados con los árboles y las plantas, como casi siempre.

Tanto quiero a los árboles, que me intenté meter en ellos.......

El árbol urbano (I)

 
¿Qué les falta a los humanos con respecto a los árboles?

 
Aquellos emblemáticos y alineados árboles resistían el paso del tiempo, pero iban cayendo uno detrás de otro y yo lo estaba contemplando a la escala humana; que percibía que mis compañeros, se despedían más rápidamente de lo que deberían hacerlo de forma natural.

¿Sería que parte de culpa era de la contaminación humana, de ese cambio climático tan mencionado, o de las intolerables tropelías que nos causaban en los troncos, mediante pequeños golpeteos a las cortezas, en teoría, inquebrantables?.
 
¿Serían esas pequeñas cárceles entre el asfalto y las aceras, en las que nos dejaban malvivir a los enclenques árboles?.
 
Creo que el conjunto de las acciones inconexas, pero complementarias, ayudaban a debilitarnos y después, el final llegaba más fácilmente, ayudado por el viento o por algún temporal como los acaecidos en los últimos años, tan virulentos que descuajaban las ramas y los troncos o fustes, de manera fulminante.

Era fácil recordar la ubicación, quedaba señalada por cuatro bordillos de la misma longitud, siempre escasa, pero la misma. Allí quedaban vacíos los alcorques durante tiempo, siempre más largo del necesario, hasta que un buen día aparecía otro palito con unas poquitas raíces que simulaban un árbol en todo su potencial esplendor, pero que debido a la maldita ubicación, no esperaríamos mucho de ese árbol tan fácilmente intercambiable en cortos espacios de tiempo.

Sin duda éramos una molestia para la gran cantidad de peatones ávidos de rigor acelerado urbano, normalmente siempre molestábamos, sino era por las hojas que ensuciaban el suelo, lo eran por los pringues que en determinadas épocas se dejaban caer sobre lo más importante para esos seres, sus coches, y peor era cuando en los otoños entrados en fríos días, los pájaros viajeros dormitaban al oscurecer, generando un gran escándalo y dejando caer esas molestas y olorosas manchas sobre las aceras y sus queridos coches.

Y sin duda la culpa era de nosotros, los árboles, sino estuviéramos, no generaríamos tanto malestar entre los humanos.

Pero, ¿Porqué no pensar en la sombra útil e importante que proporcionamos en los días más largos del año?, cuando el sol aprieta y el calor funde el asfalto sobre el que se depositan los coches y debajo nuestras raíces, que sufren, no sólo por el calor sino por la falta de aireación necesaria para un vivir digno y vigoroso.

En aquella prisión, a vista de todos, pero además de ignorado, maldecido; el árbol aguanta los devenires de los tiempos, unas veces fríos y otras muy calidos.

Y yo el árbol ayudando al ser humano en la mejora de su rutina diaria, haciéndole más fácil y agradable la temperatura a soportar.

Y a cambio no sólo ignorado, sino que golpeado y pisoteado, ni abonado ni regado, ni siquiera querido, porque no doy flores ni vistosas, ni grandes, ni bonitas, pero ¿cómo podría hacerlo? si soportar la contaminación es lo suficientemente pesado como para poder vivir unos días más a lo pronosticado en estas circunstancias tan malignas.

Y por fin llueve y puedo lavar mis hojas de esas deposiciones negras y malignas, pero normalmente llega tarde la querida lluvia, pues ya estoy recogiendo ciertos nutrientes que tengo en mis hojas y guardándolos en mi tronco, porque me voy a dormir unos meses; sí, durante estos cortos y fríos días, entre otras cosas para dejar pasar los rayos del sol para que al viandante le lleguen y le calienten lo poco que puede llegar en estas fechas.

Y a mi nadie me lo agradece, dejo caer mis coloridas hojas, para ayudar a estos multitudinarios caminantes, y no sólo me ignoran sino que me odian.

¿Donde está el espejo para enseñar lo que les falta a los humanos? Que miren uno de mis largos brazos reflejado en el espejo y empiecen a entender lo que deben.

Les falta mucho de eso, pero el acertijo se resuelve, mi brazo es una rama que al revés es Amar, que es lo que le falta a los humanos para conmigo, el árbol.

Firmado: Luis Núñez

Noviembre 2007

Jardinero-Paisajista e Ingeniero cuidador de los árboles.

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