Tanto quiero a los árboles, que me intenté meter en ellos.......
El árbol urbano (I)
¿Qué les falta a los humanos con
respecto a los árboles?
Aquellos emblemáticos y alineados
árboles resistían el paso del tiempo, pero iban cayendo uno detrás de otro y yo
lo estaba contemplando a la escala humana; que percibía que mis compañeros, se
despedían más rápidamente de lo que deberían hacerlo de forma natural.
¿Sería que parte de culpa era de
la contaminación humana, de ese cambio climático tan mencionado, o de las
intolerables tropelías que nos causaban en los troncos, mediante pequeños
golpeteos a las cortezas, en teoría, inquebrantables?.
¿Serían esas pequeñas cárceles entre
el asfalto y las aceras, en las que nos dejaban malvivir a los enclenques árboles?.
Creo que el conjunto de las
acciones inconexas, pero complementarias, ayudaban a debilitarnos y después, el
final llegaba más fácilmente, ayudado por el viento o por algún temporal como
los acaecidos en los últimos años, tan virulentos que descuajaban las ramas y
los troncos o fustes, de manera fulminante.
Era fácil recordar la ubicación,
quedaba señalada por cuatro bordillos de la misma longitud, siempre escasa,
pero la misma. Allí quedaban vacíos los alcorques durante tiempo, siempre más
largo del necesario, hasta que un buen día aparecía otro palito con unas
poquitas raíces que simulaban un árbol en todo su potencial esplendor, pero que
debido a la maldita ubicación, no esperaríamos mucho de ese árbol tan fácilmente
intercambiable en cortos espacios de tiempo.
Sin duda éramos una molestia para
la gran cantidad de peatones ávidos de rigor acelerado urbano, normalmente
siempre molestábamos, sino era por las hojas que ensuciaban el suelo, lo eran
por los pringues que en determinadas épocas se dejaban caer sobre lo más
importante para esos seres, sus coches, y peor era cuando en los otoños
entrados en fríos días, los pájaros viajeros dormitaban al oscurecer, generando
un gran escándalo y dejando caer esas molestas y olorosas manchas sobre las
aceras y sus queridos coches.
Pero, ¿Porqué no pensar en la
sombra útil e importante que proporcionamos en los días más largos del año?,
cuando el sol aprieta y el calor funde el asfalto sobre el que se depositan los
coches y debajo nuestras raíces, que sufren, no sólo por el calor sino por la
falta de aireación necesaria para un vivir digno y vigoroso.
En aquella prisión, a vista de
todos, pero además de ignorado, maldecido; el árbol aguanta los devenires de
los tiempos, unas veces fríos y otras muy calidos.
Y yo el árbol ayudando al ser
humano en la mejora de su rutina diaria, haciéndole más fácil y agradable la
temperatura a soportar.
Y a cambio no sólo ignorado, sino
que golpeado y pisoteado, ni abonado ni regado, ni siquiera querido, porque no
doy flores ni vistosas, ni grandes, ni bonitas, pero ¿cómo podría hacerlo? si soportar
la contaminación es lo suficientemente pesado como para poder vivir unos días
más a lo pronosticado en estas circunstancias tan malignas.
Y por fin llueve y puedo lavar
mis hojas de esas deposiciones negras y malignas, pero normalmente llega tarde
la querida lluvia, pues ya estoy recogiendo ciertos nutrientes que tengo en mis
hojas y guardándolos en mi tronco, porque me voy a dormir unos meses; sí,
durante estos cortos y fríos días, entre otras cosas para dejar pasar los rayos
del sol para que al viandante le lleguen y le calienten lo poco que puede
llegar en estas fechas.
Y a mi nadie me lo agradece, dejo
caer mis coloridas hojas, para ayudar a estos multitudinarios caminantes, y no
sólo me ignoran sino que me odian.
¿Donde está el espejo para
enseñar lo que les falta a los humanos? Que miren uno de mis largos brazos
reflejado en el espejo y empiecen a entender lo que deben.
Les falta mucho de eso, pero el
acertijo se resuelve, mi brazo es una rama que al revés es Amar, que es lo que
le falta a los humanos para conmigo, el árbol.
Firmado: Luis Núñez
Noviembre 2007
Jardinero-Paisajista e Ingeniero
cuidador de los árboles.
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